Su robusta construcción le otorgó una fama casi inexpugnable, hasta el punto de que crónicas medievales la describieron como una de las fortalezas más seguras de Siria.
Tartús, 27 ago (SANA) El Castillo Al-Markeb, conocido también como Qalaat al-Marqab, se alza majestuoso sobre una colina volcánica que domina la ciudad costera de Banias, en la gobernación de Tartús, a unos 60 kilómetros al sur de Latakia.
Considerado uno de los castillos medievales mejor preservados de Siria, constituye un símbolo de la arquitectura militar de las Cruzadas y un testigo del rico legado histórico de la región levantina.
Un emplazamiento estratégico en la costa siria
El origen del castillo se remonta al período bizantino, cuando existía una pequeña fortificación sobre la colina. Sin embargo, su verdadera transformación comenzó en el siglo XI, cuando fue conquistado y reconstruido por los cruzados. En 1117, la fortaleza pasó a manos de la Orden de los Hospitalarios, quienes la convirtieron en una de sus sedes más poderosas en el Oriente latino.
La posición de Al-Markeb era de gran valor estratégico. Desde su altura, a unos 280 metros sobre el nivel del mar, permitía controlar las rutas costeras que conectaban Antioquía con Trípoli, además de vigilar el acceso al Mediterráneo oriental.

Su robusta construcción le otorgó una fama casi inexpugnable, hasta el punto de que crónicas medievales la describieron como una de las fortalezas más seguras de Siria.
Arquitectura imponente
El castillo fue edificado en basalto negro volcánico, un material abundante en la región, lo que le da un aspecto singular frente a otras fortalezas de piedra caliza. Su planta abarca cerca de 25 mil metros cuadrados, con murallas de más de dos metros de grosor y torres defensivas dispuestas estratégicamente para cubrir los accesos.
Entre sus elementos más notables se encuentra la iglesia cruzada, construida en estilo románico, que aún conserva vestigios de frescos y detalles arquitectónicos. También destacan sus salas abovedadas, los establos, las cisternas subterráneas y un sofisticado sistema de almacenamiento de agua que garantizaba la resistencia durante largos asedios.

El castillo cuenta con una muralla doble en algunos sectores y con un foso excavado en la roca, lo que reforzaba su defensa. Estas características lo convierten en un ejemplo excepcional de la ingeniería militar medieval en Oriente Medio.
Valor histórico y cultural
Las ruinas del Castillo Al-Markeb se alzan como un imponente recordatorio de los choques de civilizaciones que marcaron la historia de Siria. Sus torres ennegrecidas por el basalto y sus murallas casi intactas ofrecen a los visitantes una experiencia única de contacto con la Edad Media en el Mediterráneo oriental.
El sitio es considerado, junto con el Crac de los Caballeros y la Ciudadela de Saladino, una de las fortalezas medievales más importantes de Siria y del mundo. Su valor radica no solo en su arquitectura, sino también en su capacidad de narrar la historia de las Cruzadas, el enfrentamiento entre Oriente y Occidente, y el papel de Siria como cruce de caminos entre culturas.

Turismo y conservación
Antes del inicio del conflicto en Siria en 2011, el Castillo Al-Markeb era un destino turístico destacado, que recibía visitantes locales e internacionales atraídos por la magnificencia de sus murallas y las vistas panorámicas al Mediterráneo.
En los últimos años, pese a las dificultades, las autoridades sirias han impulsado iniciativas de conservación y restauración con el fin de preservar este tesoro histórico. El castillo, por su ubicación en la costa de Tartus, se perfila como un componente esencial para la reactivación del turismo cultural en Siria, una vez restablecida la plena estabilidad en el país.

Un legado de piedra frente al mar
El Castillo Al-Markeb sigue en pie como guardián de la memoria histórica de Siria. Sus muros, levantados hace más de 800 años, han resistido guerras, terremotos y el paso del tiempo, proyectando la grandeza de las civilizaciones que dejaron huella en el Levante.
Para los sirios, constituye un orgullo patrimonial y un símbolo de continuidad histórica; para los viajeros, es una ventana abierta al pasado medieval de Oriente Medio.




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