Capitales, 7 dic (SANA) La administración del presidente estadounidense Donald Trump publicó el pasado viernes su visión de la perspectiva de Estados Unidos hacia las cuestiones internacionales fundamentales, bajo el título de “Estrategia de Seguridad Nacional”, la cual, según los observadores, se aparta de las orientaciones de administraciones anteriores, al enfatizar el principio de no intervención y situar “Estados Unidos primero”.
Casi todas las administraciones estadounidenses emiten una Estrategia de Seguridad Nacional, que constituye la declaración más completa sobre cómo EE. UU. ve el mundo, qué considera una amenaza o una oportunidad y qué herramientas pretende utilizar para proteger sus intereses.
Este enfoque se remonta a la Ley de Seguridad Nacional de 1986, que obligó a la Casa Blanca a presentar periódicamente al Congreso un documento que expusiera las principales normas de la política exterior y de defensa, el cual sirve como referencia para determinar las prioridades de la administración estadounidense, ya sea en lo que respecta a la identificación de adversarios, la forma de uso de la fuerza militar o el papel de las alianzas.
Una nueva visión de la naturaleza de los conflictos
La nueva estrategia de Trump revela una ruptura relativa con el enfoque que predominó desde el final de la Guerra Fría hasta la primera versión de “Estados Unidos Primero” durante su primer mandato presidencial en 2017, y en lugar de partir de la idea de un liderazgo estadounidense dentro de un orden internacional liberal basado en la expansión de alianzas e instituciones multilaterales, el documento parte de la premisa de que el mundo está conformado por Estados-nación soberanos, cada uno de ellos preocupado ante todo por proteger sus fronteras, su identidad y sus intereses económicos.
El cambio más destacado es que la “cuestión de la inmigración” se ha situado en el centro del concepto de seguridad nacional, afirmando que “la era de la migración masiva debe llegar a su fin”.
Asimismo, la estrategia redefine la política exterior como una extensión directa de un programa interno económico y social basado en la reindustrialización, la recuperación de la hegemonía en el sector energético y la reducción de la dependencia de los adversarios en tecnologías sensibles y cadenas de suministro.
Además, el enfoque hacia China en la nueva estrategia estadounidense ha cambiado, ya que el documento ya no presenta la relación con Pekín como una confrontación ideológica entre “democracia y autoritarismo”, como ocurría en estrategias anteriores, sino como una relación basada en apuestas a largo plazo en los ámbitos económico, industrial y tecnológico.
No obstante, las consideraciones militares no desaparecen por completo, dado que la estrategia subraya la necesidad de disuadir cualquier intento chino de imponer una nueva realidad respecto a Taiwán, partiendo de que el control de estas áreas otorgaría a Pekín la capacidad de estrangular el comercio mundial.
En cuanto a los países europeos, la estrategia adopta un lenguaje inusualmente agresivo hacia aliados tradicionales, y describe que el continente europeo padece de “envejecimiento demográfico” y “crisis de identidad”, y advierte de la posibilidad de un “borrado civilizatorio” si continúan las políticas de acogida de refugiados y se siguen acumulando restricciones regulatorias sobre la economía.
Además, insta a los europeos a asumir la responsabilidad principal de su propia defensa y a elevar su gasto militar a niveles muy superiores a los generalmente asociados con la OTAN, al tiempo que cuestiona la utilidad de la expansión continua de la alianza y la idea de que pueda ampliarse sin límites geográficos o políticos.
Frente a todo esto, la nueva estrategia estadounidense sitúa al hemisferio occidental, y en particular a América Latina y el Caribe, en una posición prioritaria respecto al resto de las regiones, considerando que la proximidad geográfica hace que la estabilidad en esta zona sea una extensión directa de la seguridad nacional estadounidense.
Bienvenida rusa
Rusia recibió positivamente la nueva estrategia estadounidense. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, declaró hoy a Russia TV que las modificaciones introducidas en el documento se alinean en gran medida con la visión de Moscú y podrían incluso contribuir a garantizar una solución al conflicto ucraniano.
“Creo que las enmiendas que estamos observando coinciden ampliamente con nuestra postura”, señaló Peskov.
Señaló que la inclusión de un lenguaje orientado al diálogo en la Estrategia de Seguridad Nacional actualizada resulta alentadora, y añadió: “Hay formulaciones que rechazan la confrontación y apuestan por el diálogo y la construcción de relaciones positivas… y esto, sin duda, es un avance satisfactorio”.
Peskov concluyó expresando su esperanza de que este giro represente un compromiso inicial que permita, al menos, seguir trabajando conjuntamente de forma constructiva hacia una solución pacífica en Ucrania.
Crítica china
China, en cambio, criticó las referencias a Taiwán en la estrategia estadounidense. El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores del país asiático, Lin Jian, instó a Washington a comprender la extrema sensibilidad del tema y a cumplir plenamente los compromisos asumidos por sus líderes.
El vocero advirtió que cualquier mención de apoyo al separatismo o a la llamada “independencia de Taiwán” constituye una grave violación del principio de “Una sola China” y de los tres declaraciones conjuntas entre Pekín y Washington, además de enviar un mensaje peligrosamente erróneo a las fuerzas separatistas, y subrayó que “China se opone firmemente a ello”.
Rechazo europeo a las acusaciones estadounidenses
Por su parte, los europeos trataron con cautela esta estrategia estadounidense, ya que el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Johann Wadephul, rechazó algunos elementos de la estrategia de seguridad nacional estadounidense presentada por la Casa Blanca.
“Berlín no necesita lecciones externas sobre la libertad de expresión o la organización de las sociedades democráticas”, subrayando al mismo tiempo que “Estados Unidos ha sido y seguirá siendo nuestro aliado más importante en la OTAN, pero esta alianza se centra únicamente en cuestiones de política de seguridad, y los asuntos relacionados con la libertad de expresión o la organización de sociedades libres no competen a la alianza cuando se trata de Alemania”.
Asimismo, la Comisión Europea rechazó enérgicamente las acusaciones que la estrategia estadounidense hizo contra la Unión Europea, según declaró su portavoz principal, Paula Bienho. Mientras tanto, la responsable de Política Exterior de la Unión Europea, Kaja Kallas, buscó atenuar las tensiones con Estados Unidos tras la publicación de esta estrategia, y declaró en el Foro de Doha ayer: “Debemos tener más confianza en nosotros mismos, y EE. UU. sigue siendo nuestro mayor aliado. Creo que no siempre hemos estado de acuerdo en diversos temas, pero el principio general sigue vigente: somos los mayores aliados y debemos mantenernos unidos”.
Por su parte, el Centro Europeo de Estudios sobre la Lucha contra el Terrorismo y la Inteligencia, en un informe publicado hoy, consideró que las relaciones transatlánticas parecen dirigirse hacia una etapa más compleja e inestable en los próximos años.
Añadió que la fuerte crítica de Washington hacia Europa, la incertidumbre sobre la fortaleza de sus economías y ejércitos, y la acusación de que la UE socava la soberanía y las libertades, representan todos elementos que establecen un cambio fundamental en la percepción de Washington sobre su papel internacional y la naturaleza de su asociación con el continente europeo.
Este cambio refleja el deseo de la administración estadounidense de reconfigurar el orden internacional para garantizar sus intereses directos, aun cuando ello se hace a costa de las bases de cooperación tradicionales con sus aliados.
sm