Damasco, 4 dic (SANA) Desde el estallido de la guerra ruso-ucraniana en 2012, las relaciones entre Rusia y la Unión Europea, principal aliado de Ucrania, se han caracterizado por una tensión creciente y una profunda divergencia en sus intereses estratégicos.
Mientras Bruselas busca reforzar el apoyo militar y político a Kiev para frenar los planes de Moscú, Rusia continúa empleando su poder militar y económico para presionar al continente europeo, impulsar la división interna y modificar sus prioridades. Este escenario complica cualquier posibilidad de desescalada sostenible entre ambas partes en el futuro cercano.
Influencia política y guerra simbólica
Rusia sigue ejerciendo presión política sobre la Unión Europea mediante amenazas de retirar sus suministros energéticos y explotar otros recursos naturales, lo que dejaría a varios países europeos vulnerables ante los rigores del invierno y las dificultades económicas persistentes.
En respuesta, Bruselas intenta proyectar una imagen de fuerza y unidad, tanto a nivel interno como externo, mediante la imposición de sanciones económicas más severas contra Moscú y el fortalecimiento del apoyo diplomático y militar a Ucrania.
Fuentes occidentales describen esta dinámica como un “potencial de guerra” entre ambas partes, caracterizado por el intercambio de mensajes simbólicos y exhibiciones mediáticas orientadas a mostrar superioridad. Rusia realiza maniobras militares a gran escala para demostrar su preparación, mientras que la UE destaca sus ejercicios conjuntos y acciones de disuasión coordinadas con la OTAN para reafirmar su capacidad ante cualquier escalada.
Dimensión militar y preparación europea
Pese a sus llamados a la unidad, análisis militares señalan una deficiente preparación de la infraestructura y la logística europeas para enfrentar un posible escenario bélico que podría estar más próximo de lo que indican los cálculos teóricos.
Informes occidentales revelan que la Unión Europea reconoce la insuficiencia de sus carreteras, puertos y puentes para recibir refuerzos militares masivos en caso de una escalada con Rusia.
Algunos países, como Francia y Alemania, estudian el restablecimiento del servicio militar parcial o voluntario para elevar su nivel de preparación, mientras Rusia se apoya en su experiencia acumulada y en una sólida base industrial que le permite continuar el conflicto en Ucrania pese a las pérdidas humanas y económicas.
Gasto militar: cifras que revelan los desafíos
Rusia prevé un presupuesto militar de unos 92 mil millones de dólares para 2025, destinado al desarrollo de armas estratégicas, aeronaves, tanques modernos y al fortalecimiento de sus capacidades navales y de misiles.
En contraste, los Estados miembros de la Unión Europea destinan en conjunto cerca de 300 mil millones de dólares al año en defensa. Sin embargo, esta cifra se dispersa entre múltiples países, lo que genera dificultades de coordinación, interoperabilidad y rapidez logística. A ello se suma el elevado costo de modernizar la infraestructura militar y desarrollar sistemas de defensa cibernética y espacial, elementos esenciales en cualquier confrontación futura con Rusia.
Dimensión económica
Las sanciones occidentales continúan afectando a la economía rusa, aunque sin alcanzar totalmente sus objetivos estratégicos. Moscú ha logrado diversificar con éxito sus mercados de exportación energética y reducir su dependencia de Europa, lo que plantea un dilema para la UE: equilibrar sus necesidades energéticas con el mantenimiento de sus políticas punitivas contra Rusia, dos metas contradictorias que requieren una capacidad económica y militar significativamente superior.
Los efectos internos en la Unión Europea se reflejan en el aumento de los precios de la energía y los alimentos, la interrupción de cadenas de suministro y una mayor presión sobre las economías de los países medianos y pequeños. Estas dificultades exacerban tensiones internas y debilitan la posición europea frente a Rusia en el largo plazo.
Perspectivas estratégicas
Con la continuidad de la guerra en Ucrania, es probable que las relaciones entre Rusia y la Unión Europea permanezcan tensas durante los próximos años. A pesar de sus desafíos internos, Moscú conserva la capacidad de sostener el conflicto, mientras la UE busca nuevas herramientas para ejercer presión y coordinar mejor su cooperación militar y económica.
La interrogante clave permanece abierta: ¿Podrá la Unión Europea mantener su unidad política y militar ante los desafíos estratégicos a largo plazo que plantea Rusia?
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