Alepo, 24 sep (SANA) Majestuosa, imponente y cargada de historia, la Ciudadela de Alepo se alza sobre una colina artificial en el centro histórico de una de las ciudades más antiguas del mundo. Considerada una de las fortalezas más grandes y antiguas del planeta, la ciudadela no es solo una joya arquitectónica, sino también testigo de civilizaciones que marcaron el devenir de Oriente Medio a lo largo de milenios.
Desde su punto más alto, las murallas de piedra dominan el paisaje urbano de Alepo, una ciudad que ha resistido terremotos, conquistas e incluso la devastación de la guerra reciente. La Ciudadela no solo representa el orgullo histórico del pueblo sirio, sino que también encarna su capacidad de resistencia y reconstrucción frente a la adversidad.
A través de los siglos, este monumento ha sido utilizado como fortaleza militar, residencia real y centro administrativo. Hoy, pese a los daños sufridos en el conflicto sirio, sigue siendo símbolo de identidad cultural y foco de importantes trabajos de restauración impulsados por la Dirección General de Antigüedades y Museos de Siria, con apoyo de organizaciones internacionales.
Un legado que se remonta a más de cuatro mil años
La historia de la Ciudadela de Alepo se extiende al tercer milenio antes de nuestra era. Excavaciones arqueológicas han revelado que la colina sobre la que se asienta fue habitada por los amorritas y posteriormente por hititas, asirios y griegos. Fue durante el periodo helenístico cuando el lugar comenzó a adquirir características defensivas, pero su forma actual se consolidó bajo el dominio islámico, particularmente durante la dinastía ayyubí en el siglo XII.
Durante este periodo, la ciudadela fue ampliada y fortificada con una muralla maciza, un foso profundo y una puerta monumental con pasajes angulados, diseñada para dificultar cualquier asalto. Su construcción fue supervisada por el emir az-Zahir Ghazi, hijo del célebre Saladino, quien transformó el recinto en un complejo militar, religioso y civil.
La ciudadela albergaba mezquitas, palacios, depósitos de armas, un hammam (baño público) y una sala del trono. Su arquitectura representa una síntesis única de elementos bizantinos, islámicos y orientales, con inscripciones en piedra, torres defensivas y túneles subterráneos que evocan la complejidad de su diseño.
Con el paso de los siglos, los mamelucos y los otomanos hicieron sus propias modificaciones, manteniendo el carácter defensivo de la fortaleza. Incluso durante el mandato francés en Siria, a inicios del siglo XX, la ciudadela conservó su función estratégica como punto de control militar.
Símbolo de identidad y esperanza para los sirios
Más allá de su valor histórico y arquitectónico, la Ciudadela de Alepo representa para muchos sirios un símbolo de identidad nacional y de esperanza en medio de la reconstrucción. Su supervivencia a siglos de conflictos y su actual proceso de restauración inspiran un sentimiento de resiliencia que se extiende más allá de las fronteras de la ciudad.
En años recientes, se han retomado actividades culturales en el entorno de la ciudadela, incluyendo conciertos, festivales y exposiciones que buscan reactivar el turismo local y devolver la vida al centro histórico. Las autoridades sirias, en coordinación con organismos internacionales, han señalado la importancia del patrimonio cultural en la reconstrucción del tejido social y económico del país.
La reapertura gradual de algunos sectores al público, junto con campañas de sensibilización sobre su historia, ha permitido que jóvenes generaciones conozcan este legado invaluable. Para muchos alepinos, visitar la ciudadela no es solo una experiencia educativa, sino un acto de reafirmación cultural y un homenaje a la resistencia de su ciudad.
La Ciudadela de Alepo, con sus muros desgastados por el tiempo y la guerra, sigue en pie como guardiana de la historia de Siria. En sus piedras grabadas aún resuena el eco de civilizaciones pasadas y el anhelo de un futuro más pacífico.
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