Damasco, 8 dic (SANA) Desde el inicio de la Batalla de Disuación de la Agresión, el 27 de noviembre de 2024, cada ciudad y aldea restituida al control popular por las fuerzas revolucionarias alimentó la esperanza de millones de sirios.
Con cada avance, las plegarias se elevaron y las miradas se posaron en el horizonte de un amanecer esperado durante años.
Durante catorce años de resistencia, el pueblo mantuvo viva la aspiración de ver a los revolucionarios entrar en Damasco y anunciar, al fin, la derrota del régimen que había impuesto clima de opresión sistemática.
Amanecer en Damasco: la caída de un régimen y el retorno de la voz popular
En los primeros minutos del 8 de diciembre de 2024, las fuerzas revolucionarias irrumpieron en la capital, mientras Bashar al-Assad abandonaba precipitadamente el país rumbo a Moscú. Su huida marcó el fin de un régimen caracterizado por la represión, así como el cierre de una prolongada etapa del Partido Baaz, en el poder desde 1963.
Fue el primer amanecer en décadas en que los sirios despertaron libres del sistema de partido único y del entramado de seguridad que vigilaba cada gesto y cada palabra. Las calles y plazas se colmaron de ciudadanos que derribaron estatuas y retratos del clan gobernante, símbolos de un poder impuesto por la fuerza. Las voces se elevaron entre vítores y lágrimas, dando inicio a una nueva era signada por la dignidad, la justicia y la esperanza.
Rutas de avance: de Qalamoun y Ghouta al corazón de la capital
Tras la liberación de Homs el 7 de diciembre —ciudad emblemática de la resistencia y punto de inflexión histórico—, las fuerzas revolucionarias avanzaron hacia la fase decisiva de la ofensiva.
Desde los ejes de Qalamoun y las zonas oriental y occidental de Ghouta, las banderas de la revolución ondearon sucesivamente sobre Yabrud, An-Nabk, Jayroud, Assal al-Ward, Flita, Ar-Ruhayba, Al-Dumayr, Harasta, Arbin, Saqba, Hammouriya, Kafr Batna, Douma, Daraya, Al-Muadamiya, Jdeidet Artouz, Wadi Barada, Zabadani, Qudsaya, Dummar y Al-Hamah.
El Frente Sur: Deraa, Sweida y Quneitra en una sola línea de combate
En simultáneo, el sur del país avanzaba al ritmo de los demás frentes. Deraa al-Balad, Tariq al-Sad y Al-Mahatta fueron liberados en rápida sucesión, precipitando el derrumbe de las últimas posiciones del aparato militar del régimen.
Con la recuperación total de la provincia de Deraa, Sweida y zonas contiguas, las fuerzas revolucionarias enlazaron posiciones con Quneitra y las afueras occidentales de Damasco, alcanzando Khan Ashih, Al-Kiswah y Zakiyah.
Horas decisivas: columnas convergen en los accesos de Mezzeh
El objetivo táctico en el sur consistía en cerrar el cerco alrededor de los últimos reductos del régimen en Damasco. En la tarde del 7 de diciembre, las fuerzas procedentes del norte, por Harasta, Qudsaya, Al-Dumayr y Al-Qutayfah, se reunieron con las unidades que avanzaban desde Al-Kiswah y Al-Muadamiya, convergiendo en las inmediaciones del distrito de Mezzeh.
La huida de Assad y el fin del miedo
A las 4:30 a.m. del 8 de diciembre, las fuerzas revolucionarias ingresaron oficialmente a Damasco y alcanzaron la prisión de Sednaya, conocida como el “Matadero Humano”, uno de los mayores símbolos de represión del régimen. Allí liberaron a cientos de detenidos —hombres, mujeres y menores—, muchos de ellos en estado de shock tras años, incluso décadas, de encierro.
Paralelamente, en medio del avance sobre la capital, Bashar al-Assad huyó por un túnel que conectaba el palacio presidencial con el aeropuerto militar de Mezzeh, desde donde fue trasladado a la base rusa de Hmeimim, en la región de Latakia. Según reportes de prensa, ni su entorno inmediato ni altos mandos militares fueron informados de su fuga; su hermano Maher al-Assad también abandonó la capital en helicóptero hacia la misma base.
En cuestión de horas se desplomó el andamiaje militar, policial y político que había sostenido al régimen durante décadas. Las unidades de la llamada Guardia Republicana entregaron sus posiciones tras la pérdida de su comando central.
A las 6:15 a.m., el Comando de Operaciones Militares anunció oficialmente la liberación total de Damasco y la caída definitiva del régimen.
Un nuevo horizonte: el Estado de libertad reemplaza al Estado de opresión
La salida del poder de Al-Assad, quien gobernó desde el año 2000 tras heredar el cargo de su padre Hafez al-Assad (1970-2000), fue vivida por amplios sectores del país como el renacer de una nación. Con sangre, perseverancia y sacrificio, los sirios escribieron un capítulo que quedará inscrito como uno de los más significativos de su historia contemporánea.
La victoria trascendió las fronteras. Para muchos, Siria ofreció al mundo la demostración de que incluso los regímenes más cerrados pueden ser superados por la tenacidad de un pueblo decidido a recuperar su destino. Tras seis décadas de opresión, Siria se abre ahora como un espacio de estabilidad, paz y reconstrucción para toda la región.
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