Damasco, 7 dic (SANA) Durante más de medio siglo, una misma familia gobernó Siria bajo una retórica nacionalista que ocultaba, en realidad, el ejercicio sistemático de la represión. En muchos hogares, mencionar el nombre del presidente o de algún funcionario del régimen era un riesgo inasumible: la prisión podía ser el precio de una simple palabra. El silencio, impuesto por el miedo, se convirtió en política de Estado.
Tras la huida del opresor Bashar Al-Assad el 8 de diciembre de 2024, después de someter al país al hambre y a una crisis sin precedentes, comenzaron a conocerse los hechos que durante décadas permanecieron ocultos. Día tras día emergen nuevas pruebas que revelan la dimensión de los crímenes cometidos y el sufrimiento infligido al pueblo sirio.
Más allá de la guerra: la verdadera naturaleza del régimen
Cuando las fuerzas de la Revolución entraron en Damasco y se dirigieron a las prisiones para liberar a los detenidos, lo que encontraron superó cualquier descripción. La prisión de Sednaya, conocida como el “matadero humano”, reveló un horror que trasciende el campo de la imaginación.
Durante años muchos sirios creyeron que la devastación sufrida por el país era obra de potencias extranjeras, y que el presidente combatía, según sus propias palabras, a grupos terroristas para defender la soberanía nacional. Sin embargo, tras la caída del régimen quedó claro que Al-Assad no fue el defensor que decía ser, sino el principal responsable de la maquinaria de terror que se desplegó contra la población.
Bajo el pretexto de combatir el extremismo, el gobierno bombardeó ciudades enteras con barriles explosivos, dejando miles de muertos civiles antes incluso de atacar a los combatientes que consideraba una amenaza para su poder. Aquello que se presentaba como una guerra por la supervivencia resultó ser una cortina de humo para ocultar la represión interna.
Ubicación y diseño de una prisión temida
A unos 30 kilómetros de Damasco, cerca del monasterio de Saydnaya, se encuentra una de las prisiones más temidas del país. Construida en 1987 con una forma similar al emblema de Mercedes-Benz, Sednaya está dividida en dos secciones: el llamado “Edificio Rojo”, destinado a detenidos civiles y políticos, y el “Edificio Blanco”, reservado para prisioneros militares. Su diseño, altamente fortificado, la convirtió en uno de los principales centros de reclusión del régimen.
Un sistema de seguridad impenetrable
Tres niveles de seguridad, tropas de la Tercera División del ejército y campos minados rodeaban la prisión. Equipos de monitoreo de comunicaciones y vigilancia continua impedían cualquier posibilidad de fuga o resistencia.
Torturas, ejecuciones y desapariciones
Entre 2011 y 2015, según informes internacionales, entre 13 000 y 15 000 prisioneros fueron ejecutados en Sednaya, la mayoría en la oscuridad de la noche. Amnistía Internacional documentó múltiples métodos de tortura, privación extrema de alimentos y agua, así como tratos degradantes tanto físicos como psicológicos.
Instrumentos como la llamada “alfombra voladora”, así como palizas continuas con mangueras y tuberías, formaban parte del sistema de castigos. Las mujeres eran amenazadas con violencia sexual y muchos prisioneros se veían forzados a elegir entre su muerte o la de un familiar.
Las cámaras de sal y la maquinaria de ejecución
La prisión contaba con salas donde los cuerpos de los prisioneros fallecidos eran cubiertos con sal durante 48 horas antes de ser trasladados al hospital militar de Tishreen para emitir certificados de defunción. Posteriormente, los cadáveres eran enterrados en fosas comunes en Najha, Qatana o Al-Qatifah, zonas bajo control militar.
Las ejecuciones se realizaban dos veces por semana en ambos edificios. Las salas de ahorcamiento incluían instrumentos como guillotinas para manipular los cuerpos tras la muerte.
Según testimonios, tras cada ejecución los cuerpos eran aplastados en prensas metálicas y arrojados a pozos de ácido o incinerados hasta reducirlos a cenizas. Un testigo, conocido como Abu Ubaida, narró: “Después del ahorcamiento, colocaban al prisionero en la prensa, lo aplastaban como hierro y luego lo arrojaban a pozos de ácido o lo quemaban por completo”.
Una maquinaria de tortura sin precedentes
De acuerdo con organizaciones de derechos humanos, el régimen de Assad empleó al menos 72 métodos de tortura en más de 50 prisiones y centros de detención. Se estima que 1,2 millones de sirios fueron arrestados y sometidos a torturas y desapariciones forzadas durante décadas.
Los centros de detención abarcaban desde prisiones civiles y militares hasta instalaciones secretas y centros dependientes de unidades de seguridad. En todos ellos, el objetivo era el mismo: aplastar cualquier forma de disidencia mediante un sistema meticuloso y despiadado.
Por WatfehSalloum / fm