Latakia, 3 nov (SANA) En plena temporada de cosecha de aceitunas, los molinos de la Gobernación de Latakia laten con la actividad que acompaña al “oro verde”; símbolo durante décadas de la identidad rural y de la principal fuente de sustento para miles de familias en la costa siria.
Sin embargo, la historia de los habitantes de la región de Al-Haffah es otra: una historia de tenacidad y resiliencia. Obligados a abandonar sus tierras, regresaron tras la liberación y las reconstruyeron a pesar de las enormes dificultades. Estas dificultades empezaron con una destrucción generalizada y continuaron con la deforestación y los incendios, convirtiendo esta temporada en un desafío excepcional que ha afectado los niveles de producción.

Baja producción en este año
En este contexto, la jefa de la unidad de extensión agrícola de la aldea de Al-Muraij, en la región de Al-Haffah, Bushra Suleiman, declaró a un corresponsal de SANA que la producción ha disminuido significativamente este año, situándose en apenas nueve mil toneladas, frente a las más de 27 mil de temporadas anteriores.

Suleiman atribuyó este descenso a varios factores interrelacionados. Entre ellos destacan la prolongada ausencia de los agricultores de sus tierras debido al desplazamiento forzado, y su regreso reciente, lo que provocó la falta de cuidados agrícolas esenciales para los árboles durante todo el año. Otros factores relevantes fueron la sequía, la escasez de lluvias y el impacto de los incendios en grandes extensiones de vegetación.
Para enfrentar estos retos, la Dirección de Agricultura trabaja en planes para revitalizar el sector. Entre las medidas previstas se encuentran incentivar la replantación de tierras con plántulas adecuadas y adaptadas al entorno, facilitar fertilizantes a precios asequibles para aliviar la carga de los agricultores y ofrecer una guía agronómica sobre el manejo de plagas que pueden afectar a los olivos, con el objetivo de mejorar la productividad en las próximas temporadas.
Testimonios de los agricultores
Abdul Wahid Zakaria, del pueblo de Bakas, explicó que su producción ha disminuido notablemente este año en comparación con el año anterior. Atribuyó la caída al mantenimiento insuficiente de los árboles, a la infestación de algunas plantas con enfermedades que no se controlaron adecuadamente y a la falta de lluvias, factores decisivos para la desecación de la fruta y la reducción de la cosecha.
Jawdat Dahou, agricultor del pueblo de Tartiyah, regresó a su pueblo tras ocho años de desplazamiento al Líbano y se topó con una realidad dura. Comentó: “Tengo 300 olivos y solía cosechar 20 latas de aceite; este año solo obtuve una lata porque los árboles fueron talados y quemados”. Lo mismo ocurrió con su huerto de manzanos de cinco hectáreas. A pesar de ello, Dahou se mantiene firme en su tierra: “El olivo es una bendición y lo considero mi mayor tesoro”.
Mirada hacia el futuro
La cosecha de aceitunas de este año encarna una historia de resiliencia para muchos agricultores y propietarios de almazaras ante adversidades como el desplazamiento, el aumento de los costes de producción o las inclemencias del tiempo. La esperanza persiste: preservar este patrimonio agrícola que, además de sostener a numerosas familias, representa un símbolo de retorno y arraigo a la tierra.

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