Sequía sin precedentes en 54 años: El río Orontes se ha secado por primera vez en décadas, un fenómeno que amenaza con convertirse en crisis ambiental y humanitaria. Lo que antes era una fuente de vida aparece ahora como un paisaje de suelos agrietados y charcas estancadas.
Hama, 31 ago (SANA) El río Orontes, en la llanura siria de Al-Ghab, al noroeste del país, se ha secado por primera vez en décadas, un fenómeno que amenaza con convertirse en crisis ambiental y humanitaria. Lo que antes era una fuente de vida aparece ahora como un paisaje de suelos agrietados y charcas estancadas.
A pesar de la falta de agua, decenas de habitantes siguen recurriendo a la pesca con métodos rudimentarios para aprovechar los últimos peces del cauce. Detrás de esta imagen, sin embargo, se esconde la advertencia del colapso de todo un ecosistema si no se adoptan medidas urgentes.
Sequía sin precedentes en 54 años
Bassem Hababa, pescador de la localidad de Al-Tamanah, alertó de que el Orontes atraviesa su peor sequía en más de medio siglo. La disminución de precipitaciones —menos de una cuarta parte del promedio anual— y el aumento de las temperaturas han reducido de forma drástica el caudal y provocado la muerte de miles de peces.
“Especies como la carpa y el bagre local se están perdiendo, mientras que especies invasoras como el bagre africano ponen en riesgo la biodiversidad”, explicó.

Los pescadores de aldeas como Al-Tamanah, Jisr Beit al-Ras, Al-Omqiya o Qabrfada han vuelto a usar redes y anzuelos tradicionales, pero la pesca ya no garantiza ingresos. “Hoy pescamos para comer, no para vender”, lamentó Majed Abdo, de Jisr Beit al-Ras.
Impactos ambientales y humanitarios multidimensionales
La desaparición del río ha provocado el colapso de la producción piscícola en la llanura de al-Ghab, que pasó del 40 % a menos del 10 %, según explicó Mohammed Daher, pescador de Al-Omqiya. Los dueños de piscifactorías se ven obligados a recurrir a pozos subterráneos con altos costes, mientras los agricultores reducen sus cultivos o dejan las tierras en barbecho.
Algunos campesinos utilizan aguas contaminadas para regar, con el consiguiente riesgo de enfermedades. “El río ya no nos alimenta. La sequía no es solo falta de agua, es la muerte de todo un estilo de vida”, señaló Abdul Moein Al-Masry, de Qabrfada.
Soluciones propuestas
Al-Masry planteó como medidas urgentes bombear agua desde presas cercanas al cauce y lanzar campañas de concienciación ambiental para frenar la contaminación y la sobrepesca.
“El Orontes ya no es solo un recurso hídrico, es testigo de una crisis ambiental y humanitaria que requiere soluciones radicales”, subrayó.
Expertos y pescadores coinciden en que salvar el río depende de la acción conjunta de las autoridades y la población local, antes de que desaparezca de forma irreversible.