Deir Ezzor, 16 sep (SANA) Entre los escombros dejados por la guerra y el recuerdo del desplazamiento forzado, la Iglesia de la Virgen María se mantiene en pie en el corazón de esta ciudad siria, como testimonio de una historia de convivencia pacífica y expresión de la diversidad cultural del país árabe.
Ubicada en el barrio de Rashidiya, la iglesia fue conocida durante décadas como la “Iglesia de la Unidad”, en alusión a su papel como espacio de encuentro entre comunidades religiosas.
Además de su función espiritual, sirvió como escuela donde niños cristianos y musulmanes compartían aulas, reflejo del tejido social integrado que caracterizó durante años a Deir ez-Zor.
Herencia cristiana en medio del conflicto
Construida a inicios del siglo XX y perteneciente a la Iglesia Ortodoxa Siria, la Virgen María formó parte de un conjunto de templos que reflejaban la riqueza confesional del oriente sirio.
Los cristianos de la ciudad, muchos de origen armenio y siríaco, desempeñaron históricamente un papel relevante en la vida económica y cultural de la región.
Sin embargo, la guerra iniciada en 2011 trastocó ese equilibrio. Deir ez-Zor, ciudad estratégica en el oriente del país, sufrió extensos daños debido a los bombardeos del régimen de Al-Assad.
El barrio donde se ubica la iglesia fue uno de los más afectados, y el templo resultó gravemente dañado.
Patrimonio en espera de restauración
A pesar del deterioro estructural, la iglesia permanece como símbolo de la fe y la perseverancia de una comunidad que ha visto mermado su número por la emigración y el conflicto.
Vecinos, exresidentes y voces culturales han pedido reiteradamente que se incluya a la iglesia en los planes de reconstrucción nacional, no solo por su valor religioso, sino como referencia de un modelo de convivencia y respeto mutuo profundamente arraigado en la identidad siria.
Esperanza en la reconstrucción
La Iglesia de la Virgen María ya no es solo un lugar de culto. Es también espejo de una ciudad resiliente que lucha por recobrar su vitalidad tras años de asedio, y símbolo de una nación que defiende su diversidad frente a los intentos de fragmentación.
A medida que Siria avanza en la recuperación de sus infraestructuras y en la reconstrucción de su tejido social, monumentos como este se alzan como recordatorios de que la paz no solo se construye con ladrillos, sino también con memoria, cultura y dignidad.
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