En el corazón del desierto sirio, al este de la provincia de Homs, se alza Palmira, la antigua Tadmor de los textos arameos y babilónicos, una ciudad que durante siglos fue puente entre Oriente y Occidente, y hoy sigue siendo símbolo de la riqueza cultural e histórica del pueblo sirio. La figura más legendaria de Palmira es, sin duda, la reina Zenobia, quien en el siglo III d.C. lideró una rebelión contra el Imperio romano. Gobernó un reino que se extendía desde Egipto hasta Asia Menor y se proclamó Emperatriz de Oriente. Aunque finalmente fue derrotada y capturada por el emperador Aureliano, su legado perdura como símbolo de resistencia, liderazgo y orgullo nacional.
Damasco, 14 sep (SANA) En el corazón del desierto sirio, al este de la provincia de Homs, se alza Palmira, la antigua Tadmor de los textos arameos y babilónicos, una ciudad que durante siglos fue puente entre Oriente y Occidente, y hoy sigue siendo símbolo de la riqueza cultural e histórica del pueblo sirio.
Declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1980, Palmira representa uno de los sitios arqueológicos más importantes del mundo antiguo, testimonio vivo de la fusión entre civilizaciones grecorromanas, persas y árabes que convirtieron esta ciudad-oasis en un centro de comercio, arte y resistencia política.
De oasis caravanero a metrópolis imperial
Los orígenes de Palmira se remontan al segundo milenio antes de nuestra era. Gracias a su ubicación estratégica, a mitad de camino entre el Mediterráneo y el Éufrates, la ciudad floreció como un importante enclave caravanero en la Ruta de la Seda, facilitando el intercambio de seda, especias, marfil y perlas entre el mundo oriental y el imperio romano.
Durante los siglos I y II d.C., bajo el dominio romano, Palmira alcanzó su apogeo. Fue entonces cuando se construyeron los majestuosos templos, columnas y avenidas que aún hoy asombran a historiadores y visitantes. Su arquitectura única combinaba elementos clásicos con influencias mesopotámicas y árabes, reflejando la cosmopolitismo de una ciudad abierta al mundo.
Entre sus monumentos más emblemáticos destacan:
- El Teatro Romano, con su imponente graderío de piedra tallada.
- El Templo de Bel, dedicado a una deidad semítica, considerado uno de los templos religiosos más importantes de Oriente Medio.
- La Gran Columnata, una avenida monumental de más de un kilómetro, flanqueada por decenas de columnas corintias.
- Las Torres funerarias y el Valle de las Tumbas, que albergan ejemplos únicos de arte funerario palmireno.
- Zenobia, la reina que desafió a Roma
La figura más legendaria de Palmira es, sin duda, la reina Zenobia, quien en el siglo III d.C. lideró una rebelión contra el Imperio romano. Gobernó un reino que se extendía desde Egipto hasta Asia Menor y se proclamó Emperatriz de Oriente. Aunque finalmente fue derrotada y capturada por el emperador Aureliano, su legado perdura como símbolo de resistencia, liderazgo y orgullo nacional.
Más que ruinas: un símbolo de identidad nacional
Para el pueblo sirio, Palmira no es solo un sitio arqueológico, sino parte fundamental de su identidad colectiva. La ciudad representa la riqueza de una civilización que supo construir puentes entre culturas y resistir las tempestades del tiempo. Su reconstrucción y conservación son vistas como una forma de resistencia cultural y soberanía nacional frente a la guerra y el extremismo.
“Palmira no es solo de Siria. Es del mundo entero”, han afirmado en múltiples ocasiones funcionarios del Ministerio de Cultura, reiterando la voluntad de Damasco de reabrir el sitio al turismo internacional una vez culminen las labores de estabilización y restauración.
Un faro de civilización en el desierto
Hoy, Palmira sigue siendo un lugar de profundo significado histórico, espiritual y político. Sus columnas, aunque marcadas por el tiempo y la violencia, se erigen como testigos de la grandeza de una civilización milenaria que dejó una huella imborrable en la historia de la humanidad.
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