Damasco, 25 nov (SANA) En el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, resulta evidente que las guerras y los conflictos continúan siendo uno de los principales factores que agravan esta violencia y multiplican su impacto. Informes de Naciones Unidas advierten que el mundo registra hoy el mayor número de conflictos armados desde 1946, lo cual expone a millones de mujeres a riesgos sin precedentes.
Según datos de la ONU, 676 millones de mujeres viven a menos de 50 kilómetros de zonas de conflicto activo, la cifra más alta desde los años noventa. El número de víctimas civiles entre mujeres y niños se ha cuadruplicado en los últimos dos años, mientras que los niveles de violencia contra la mujer han aumentado en un 87 %.
Pérdida y arresto
La Red Siria por los Derechos Humanos documentó el asesinato de 22 mil 123 mujeres a manos de las fuerzas del depuesto régimen, además de la detención de más de 8 mil 500, muchas de las cuales continúan desaparecidas. Testimonios de sobrevivientes señalan que la detención de mujeres se utilizó como método de presión contra sus familias opositoras, sometiéndolas a torturas brutales, incluida la separación de sus hijos pequeños, enviados posteriormente a orfanatos.
El sufrimiento de las mujeres sirias durante los años de la Revolución fue aún más profundo: cientos de miles fueron desplazadas y obligadas a vivir en campamentos con condiciones extremadamente duras, mientras miles más asumieron solas la responsabilidad de mantener a sus hogares tras perder a sus familiares. A pesar de ello, y gracias a su determinación, las sirias lograron superar circunstancias difíciles, que culminaron con la liberación del país el 8 de diciembre de 2014, y hoy continúan desempeñando un papel destacado en numerosos ámbitos.
Asesinatos y desplazamiento
En la Palestina ocupada, ONU Mujeres confirmó que Gaza se ha convertido en el lugar más mortífero del mundo para las mujeres como consecuencia de la guerra israelí, con más de 33 mil mujeres asesinadas desde octubre de 2023, muchas de ellas dentro de sus hogares, refugios o mientras buscaban alimentos.
En Sudán, las mujeres constituyen la mayoría de los millones de desplazados, enfrentando los desafíos del desarraigo, la inseguridad y la pérdida de medios de vida.
Los efectos de la guerra no terminan con la muerte, la detención o el desplazamiento: las repercusiones sanitarias, sociales y económicas se prolongan durante años. Estudios especializados registran un aumento de la mortalidad materna, un deterioro profundo en las condiciones de vida y el colapso de las redes de apoyo familiar y comunitario.
¿Hay alguna esperanza de supervivencia?
Ante este panorama, surge la urgencia de reforzar e implementar de manera efectiva la legislación internacional destinada a proteger a las mujeres, además de promover campañas globales como la iniciativa de la ONU “ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres”, vigente hasta el 10 de diciembre y enfocada este año en combatir la violencia digital y acabar con la impunidad de sus responsables.
Detenidas, desplazadas, refugiadas, víctimas de guerra o madres que sostienen solas a sus familias: todas representan diferentes rostros de un mismo sufrimiento impuesto por la violencia y los conflictos armados. La pregunta sigue abierta: ¿Responderá algún día el mundo al llamado del derecho humanitario y garantizará a las mujeres su derecho a la vida, la seguridad y la dignidad?