El anuncio de que ambos países avanzan hacia un Tratado de Libre Comercio era inimaginable hace unos años. Se trata de una de las derechas históricas del Cono Sur, aliada al Gobierno estadounidense.
Damasco, 19 jul (SANA) “Hemos llegado a un acuerdo que es beneficioso para ambos y ahora sí empezar formalmente la negociación para un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China”.
Así comunicaba el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, que una vez culminado el estudio de factibilidad que él mismo había anunciado en septiembre del 2021, su Gobierno y el de China se mostraron dispuestos a acordar un TLC, lo que le da el pistoletazo a la negociación.
Que este anuncio coincida con el conflicto en Ucrania era inimaginable pocos años atrás. Lo que menos se podía esperar es que este tipo de iniciativas viniera de una de las derechas históricas del Cono Sur, aliada al Gobierno de EE.UU.
Es notorio que nadie puede acusar a Lacalle Pou de ser un populista advenedizo, un ‘outsider’ que no tiene conexión política. El presidente uruguayo tiene la suficiente raigambre política como para ser considerado un genuino líder de derecha. Esto quiere decir que es la derecha institucional uruguaya la que está dando la espalda a EE.UU. y estableciendo un Tratado con China, no en cualquier momento, sino en plenas crispaciones geopolíticas.
La clave para entender el giro comercial de Lacalle, y seguramente de la clase política uruguaya, es que el presidente considera que quien está virando no es Montevideo, sino Washington.
En una entrevista a la BBC a finales de mayo, Lacalle afirmó: “Piensan que desde la frontera en México hasta Tierra del Fuego tenemos todos los mismos problemas y las mismas necesidades (…) Hoy el Gobierno de EE.UU. no está mirando al sur. Eso es un problema para nosotros”.
El presidente uruguayo explica su decisión: “Pongo mis huevos donde puedo. Eso es lo que tengo que hacer con mi país, abrir mi país (…) El 37 % de nuestras exportaciones van a China y estamos dispuestos a ampliar nuestros mercados. Eso es lo que estamos haciendo ahora mismo aquí”.
La Cumbre de las Américas y el Cono Sur
La reciente Cumbre de las Américas, celebrada en la ciudad de Los Angeles, tuvo como objeto central el tema de la migración. Los países del Cono Sur, a excepción de Chile, no tienen los graves problemas en este tema que viven otras naciones del continente. Sencillamente, este conglomerado de países se ha quedado ‘fuera de juego’, sin ningún interés de ‘trabajo común’ por parte de la vocería estadounidense.
En décadas pasadas, cuando Washington blandía su espada “antiterrorista” o “anticomunista” lograba una cohesión que ya ha dejado de ser efectiva en varios países que, hasta hace pocos años, acogían de manera automática sus determinaciones.
La Cumbre confirmó que el Partido Demócrata ha llegado al poder y quiere concentrar su relación con América Latina para resolver los problemas internos de EE.UU., como las drogas y la migración irregular, sin abrir franca confrontación ideológica con las fórmulas izquierdistas que han resultado exitosas en el campo electoral.
Así, los actores de derecha pierden interlocución con Washington, mientras por abajo, sin grandes despliegues ni muchos comunicados oficiales, se refuerzan las relaciones comerciales con China.
¿El Cono sur ya no existe?
El Cono Sur representó para EE.UU., durante la guerra fría, especialmente en los años setenta y ochenta, un laboratorio de aplicación de dictaduras militares de mano dura contra las insurgencias nacional-populares. Hoy en día, después del lustro trumpista y el fin del Grupo de Lima, estos países se están desmarcando de la alianza histórica con Washington.
La neutralidad del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, en pleno conflicto en Ucrania, así como sus más recientes declaraciones en torno a la compra de combustible a Rusia, es otro asombroso evento que surge de las derechas de la subregión.
La argentina peronista es quizá el mejor ejemplo, mucho más acabado ideológicamente, sobre las buenas relaciones comerciales y políticas con China, aunque en este caso desde la izquierda.
Brasil y Argentina apuestan mucho más hoy por participar en el grupo de potencias emergentes del BRICS que en un nuevo auge del Mercosur.
El caso de Chile es aún más paradójico. No pensamos tanto en el histórico triunfo del actual presidente, Gabriel Boric, sino en las declaraciones de un populista de derecha radical como el excandidato José Antonio Kast.
En medio de sus discursos ideológicos que proponían un bloqueo a Venezuela, cuando le preguntaron si rompería relaciones con el gigante asiático, Kast sostuvo: “Es complejo el tema económico, lo que pasa es que cómo lo hacemos de un día para otro si tenemos un intercambio comercial con ellos, es una realidad (…) Si cortamos la frontera con China, hoy día el prejuicio para miles de chilenos sería enorme”.
Como vemos, la fobia contra China que se había cuajado desde EE.UU. no solo ya está caduca en la región, sino que incluso es desconocida por sus propias derechas.
De esta manera, el Cono Sur está, bajo diferentes procesos, modificando sus relaciones con el mundo y constituyendo una nueva estructura comercial que puede debilitar sus anteriores intentos de unificación.
Cumbre del Mercosur
El 21 de julio se inicia la cumbre del Mercosur en Paraguay y la noticia de la negociación de un TLC entre Uruguay y China puede traer fuertes diatribas en el seno del grupo.
Sin embargo, todos saben que la época actual es diametralmente opuesta a la que llevó a la creación del Mercosur, a principios de los noventa.
El Mercosur se diseñó para fortalecer los procesos de negociación comercial entre sus miembros y de cara a Europa y Norteamérica. Por lo tanto, el TLC entre Uruguay y China implica una alineación económica con el adversario de Occidente en materia comercial (aunque no política), pero justo ahora eso importa y mucho.
En este contexto, Mercosur tiene que realinearse a las nuevas agendas nacionales que han venido tejiendo los países con potencias diferentes a las que pensaron originalmente. Todo eso se pondrá sobre la mesa en la cumbre de esta semana.
China avanza
Según un estudio reciente de Reuters, China ha superado a Estados Unidos en relaciones comerciales con América Latina (salvo México) y la brecha está creciendo desde que el presidente Joe Biden llegó a la Casa Blanca.
En 2021, el valor total del comercio entre China y América Latina y el Caribe aumentó 41,1 % respecto a 2020, registrando un nuevo récord en las transacciones, por valor de 451.591 millones de dólares, según datos oficiales.
China ha hecho su papel de potencia comercial mundial avanzando lenta, pero sostenidamente, y arropando con mayor viscosidad las relaciones comerciales, aunque evitando cualquier disputa política que derive en controversias o sospechas ideológicas.
Uruguay y el nuevo mapa político mundial
El nuevo escenario mundial, la forma que está tomando y la beligerancia acumulada de América Latina representan un campo de oportunidades para toda la región. Y Uruguay es quizá un muy buen ejemplo de ello.
Con esta decisión de empezar a negociar un TLC con China, Montevideo asume la oportunidad que le da un nuevo mundo en el que la multipolaridad no es una vaga ideología, sino un campo de negociación en el que seguro saldrá ganando por las ventajas que supone el mercado chino para las exportaciones.
El mundo está cambiando y el sur de Suramérica se lo está tomando en serio.
Por: Ociel Alí López
Fuente: RT