La guerra: Los mercenarios

Damasco, 20 mar (SANA)  16 mil mercenarios llegaron y otros 20 mil llegarán en las próximas horas, en su mayoría son de Estados Unidos.

“El propio presidente de Ucrania ha decidido otorgar a estos “combatientes” llegados a su país, rangos y privilegios puntuales. Y les ha asegurado que a falta de soldados regulares -el ejército ucraniano se niega a combatir- liberará de las prisiones formales a los presos condenados a cadena perpetua por alevosos crímenes. De ese modo mercenarios y asesinos, combatirán juntos contra las tropas rusas, a cambio, claro está, de beneficios y estipendios”

16 mil mercenarios llegaron a Ucrania para combatir al lado de la administración de Kiev y en las próximas horas llegarán otros 20 mil enviados por empresas privadas, en su mayoría de los Estados Unidos. Así lo confirmó Volodymyr Zelenski, el Mandatario Neo Nazi de la Ucrania en guerra.

Fue Heródoto el primero en hablar sobre el fenómeno de los Mercenarios aludiendo al Ejército Cartaginés de la época. A partir de entonces se ha estudiado el fenómeno debido al que muchos jóvenes se ofrecían para combatir en un ejército, a cambio de una remuneración, u otros beneficios.

A lo largo de la historia humana se han conocido casos de significativos ejércitos mercenarios que han conducido a pueblos y gobiernos a victorias militares, y a derrotas. Pero, siempre a un costo muy elevado de sangre derramada por quienes perecieron, y para los que los contrataron porque buscaban valerse de sus servicios para impulsar una guerra.

Una de las entidades más conocidas a través del tiempo, es Legión Francesa, fundada en 1831. Buscó reclutar desde un inicio a todos los extranjeros que servían en las unidades militares galas, para que ayuden a mantener el vasto imperio colonial.

Con los años, la entidad perdió prosapia y se convirtió en una suerte de banda mercenaria que combatía por dinero, y que resultaba capaz de enarbolar cualquier bandera en provecho de sus contratistas.

Una expresión patética del accionar de la Legión Francesa fueron los dramáticos episodios de la Guerra de Argelia desde 1945 hasta la proclamación de la Independencia de ese país.

Los generales franceses desencantados de Charles De Gaulle, reclutaron gente desde las filas de la Legión y crearon con ellas el OAE –La Organización Armada Secreta- para valerse de “la acción directa” –es decir, el terrorismo- a fin de “castigar” a quienes “traicionaron a Francia”, privándola de su colonia más querida en el norte de África

Hoy es casi de dominio público que la creciente tercerización del ámbito de la seguridad, las reducciones de presupuestos públicos, derivados de la profesionalización de los ejércitos, y los avances tecnológicos asimilados por personas especialmente adiestradas para las tareas de la guerra; han multiplicado el surgimiento de empresas privadas y compañías de seguridad MPCS (en inglés Private Military & Security Companies).

Ellas, cotizan anualmente entre 100 y 400 mil millones de dólares; dada su creciente intervención en conflictos armados en distintos confines del planeta.

A fines del siglo pasado, con motivo de la Guerra del Golfo, obtuvieron por parte del Gobierno de los Estados Unidos, jugosos contratos para el cumplimiento de tareas. Se ocupaban de controlar una región, tomar pueblos, o aldeas, administrar prisiones, torturar enemigos rendidos, habilitar centros clandestinos de reclusión; o cumplir acciones que los ejércitos regulares no deseaban asumir.

Podría decirse que allí se formalizó una modalidad operativa. Las guerras sucesivas: Irak, Libia, Afganistán o Yemén del Sur y Palestina, las perfeccionaron, moldeando resortes qué en Ucrania, alcanzan otro nivel.

El propio presidente de Ucrania ha decidido otorgar a estos “combatientes” llegados a su país, rangos y privilegios puntuales. Y les ha asegurado que a falta de soldados regulares -el ejército ucraniano se niega a combatir- liberará de las prisiones formales a los presos condenados a cadena perpetua por alevosos crímenes. De ese modo mercenarios y asesinos, combatirán juntos contra las tropas rusas, a cambio, claro está, de beneficios y estipendios.

Por esa vía, la OTAN ha encontrado un camino. Como no cuenta con efectivos propios y no puede participar oficialmente en la guerra, y como los países que la respaldan, carecen de la posibilidad de hacerlo; han optado por contratar los servicios de empresas militares privadas

A ellas, les encomendarán defender localidades, ejecutar sabotajes, promover eventos terroristas, interrogar prisioneros y organizar escuadras de combate para acciones irregulares.

Les ha prometido dotarlos de armas altamente calificadas. Y es que cuenta con inmensos arsenales entregados por algunos países y cuantiosos recursos. Solo en los últimos cuatro días, Estados Unidos dispuso de mil millones de dólares para financiar los “operativos de guerra” en Ucrania. Armas y vituallas, ¿para qué? ¿Para “ganar la guerra”? Saben que eso, no es posible. Sólo para que “dure más”.

Mientras más tiempo duren, más propaganda contra Rusia se hará, pero morirán más ucranianos. No les importa, ¿verdad? De Ucrania ha salido ya un millón de personas ¿No quieren defender su patria? No es eso. No quieren inmolarse por la causa de Zelenski, el Batallón Azov y los Legionarios de Stephan Bandera. Los mercenarios, son el camino.

Para que todo esto se pueda hacer impunemente, la OTAN necesita la complicidad de muchos. Por eso se salta a garrocha los requerimientos formales: da por aprobada en la OEA, una “resolución” que nunca se aprobó, y en la que aparece el Perú como adherente. Y el Perú, probablemente a pedido de la OEA, votó en contra de Rusia en Naciones Unidas sin reparar siquiera que la Fuerza Armada peruana recibe ayuda militar de Rusia.

La FIFA se ha afiliado a la OTAN, se dijo socarronamente por la decisión de ese organismo de sancionar a Rusia impidiéndole participar en eventos deportivos. Eso se ha hecho también en Box, Natación, Patinaje, Tenis y Vóley. ¿No era que no se debía mezclar la política con el deporte, que mientras la política divide, el deporte une a los pueblos?

Pero se vuela del aire las señales de RT, Sputnik y otras. ¿Democracia, se le llama? Pero también se ataca la cultura: la Sinfónica de Munich despide a Valeri Guerguevich; y se impide cantar a la barítono Anna Nebratska ¿Cómo calificar eso? ¿Serán así “las guerras del siglo XXI”?

Por Gustavo Espinoza Montesinos

Fuente: Revista la Comuna

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