“Cuando los pasos no alcanzan y las distancias se hacen grandes a pesar de su pequeñez; cuando la noche se vuelve día y el día se vuelve noche; cuando las rejas de hierro te aíslan del abrazo de tu madre; cuando la víctima se convierte en acusada y luego en prisionera… Este libro es el primero de mi trabajo dentro de las cárceles. Quizás sus páginas transmiten un sufrimiento que se ha impedido publicar”.
Estas palabras encabezan el testimonio “Adolorida”, de la prisionera herida Israa Jaabis, y es un regalo para su hijo Moatasem con motivo de su cumpleaños, celebrado durante una ceremonia de presentación en la decimotercera Feria Internacional del Libro de Palestina, en compañía de su familia y la de varios exprisioneros y prisioneras.
Damasco, 18 sep (SANA) Israa Jaabis, procedente de Jerusalén, cumple una condena de 11 años en el sistema penitenciario de “Israel” desde el 11 de octubre de 2015.
Durante su arresto sufrió quemaduras catalogadas como de primero, segundo y tercer grado en el 50 por ciento de su cuerpo. Además perdió ocho dedos de sus manos y quedó desfigurada en la cara y la espalda.
Pero Israa jamás recibió atención. Más bien fue objeto de negligencia médica dentro de la prisión de Damoun, y de esa dura experiencia habló en su libro, para su hijo y para el mundo.
A propósito del lanzamiento de “Adolorida”, la red Al Mayadeen entrevistó al abogado y escritor Hassan Al-Abadi, quien resaltó la importancia de su publicación porque incluye investigaciones científicas sobre el tratamiento negado, la negligencia como práctica sionista, pero también atesora suspiros, pensamientos y dibujos de esta madre prisionera.
Al-Abadi añadió: “El libro es una ventana de respiro para ella mientras está entre rejas”, y valoró el interés de Israa de darlo a la luz a través del programa Gigantes de la Paciencia.
Durante el evento literario, el texto fue lanzado en el salón principal, como muestra de la relevancia que tiene la literatura de la libertad y de los prisioneros, una de las prioridades del pueblo palestino.
Israa expresó su dolor a través del libro, de ahí su título, aunque es un canto a la esperanza. “Ella no tiene dedos, y sin embargo escribió, con sangre y letras”, destacó Al-Abadi.
Según relató, fue muy difícil sacar el material de prisión, pero lo lograron, y fue editado, corregido y luego impreso con financiamiento personal, pues no existe un fondo oficial para ediciones de este tipo.
En este caso se financió a través de una iniciativa para motivar a cada preso a escribir un libro, la cual apela a instituciones penitenciarias que se preocupan por los reos y sus publicaciones.
Como aseguró a Al Mayadeen la exprisionera Nariman Al-Tamimi, cualquier libro escrito por un prisionero o prisionera tiene cierta resonancia, pero no basta sin una política nacional de medios para abordar sus problemas.
Al-Tamimi compartió habitación con Israa dentro de la prisión durante siete meses, mientras cursaban la educación secundaria y el curso de derecho internacional: un período cargado de dificultades para ellas dentro de las cárceles.
“Israa se sentía cansada mientras estudiaba y no podía completar su educación de forma continua, pero tenía la determinación de tener éxito y continuar”, recuerda la excompañera de celda.
También reclamó por las cirugías que necesita Israa y le son negadas, y la más importante, insistió, es una operación de nariz, porque apenas puede respirar, recalcó.
Por su parte, la exrepresentante adjunta de las prisioneras, Mona Qadan, (hoy liberada) confirmó a la red panárabe la dificil condición de salud de Israa durante el primer período de su detención.
A pesar de eso, completó su educación en 2020 mediante la Universidad Abierta Al-Quds, con una especialidad en Servicio social en prisión, además de realizar varias investigaciones científicas, una de las cuales fue sobre la negligencia médica en las prisiones de la ocupación.
A jucio de Qadan, Israa es una prisionera especial, pues intenta inventar cosas que a otras mujeres en la cárcel no les interesan, como escritura de todo tipo y diversas artes.
A propósito de ello, la exprisionera Khaleda Jarrar, quien acompañó a la autora de “Adolorida” durante su detención, la describió como “una mezcla de fuerza y dureza, y a veces desborda ternura y humanidad”.
Elogió además su determinación, pues obtuvo su diploma a pesar de la dificultad de superarse dentro de las cárceles.
En los últimos tres años, sólo seis prisioneras palestinas dentro de la prisión de Damoun lograron un título universitario en el ámbito del servicio social.
Esa es la segunda lucha de las prisioneras, después de insistir en su derecho a cursar el nivel secundario, a pesar de las amenazas de la administración del Servicio Penitenciario y la confiscación de libros educativos y universitarios, incluidos los de corte político, en un intento por poner fin a la educación.
Fuente: AlMayadeen Español