La decisión fue tomada como una fuerte derrota de Rusia por la mayoría de los medios occidentales, pero para la especialista Imelda Ibáñez, maestra en relaciones internacionales, no es así: en realidad se trata de asumir “un coste operativo táctico” en una región clave para el conflicto.
Damasco, 10 nov (SANA) A unas semanas de cumplirse nueve meses del inicio de la operación militar especial de Moscú en Ucrania, el Ejército ruso informó que se retirará de Jersón, una de las regiones adheridas a Rusia el pasado 30 de septiembre.
El general Serguéi Surovikin, máxima autoridad de las Fuerzas Armadas rusas en la zona, aseguró que, a pesar de haber rechazado con éxito alrededor del 80-90% de los misiles ucranianos, los ataques constantes a los cruces del río Dniéper han complicado el abastecimiento de los soldados y la población de Jersón.
Surovikin afirmó que esta decisión responde a la lógica de la guerra, pero no significa que se abandonen los objetivos de la operación militar; al contrario, la intención es formar una nueva línea de defensa a lo largo del río Dniéper tras la evacuación de más de 115.000 personas residentes de la zona.
La decisión fue tomada como una fuerte derrota de Rusia por la mayoría de los medios occidentales, pero para la especialista Imelda Ibáñez, maestra en relaciones internacionales, no es así: en realidad se trata de asumir “un coste operativo táctico” en una región clave para el conflicto.
“Un coste operativo significativo, pero que hace que se reúna nuevamente toda esta posición de táctica rusa para ver de qué forma puede haber una contraofensiva”, explicó en entrevista para Sputnik la integrante del Centro de Estudios sobre Eurasia.
Para la también especialista en Historia Diplomática de Rusia y su Política Exterior por la Universidad Estatal de San Petersburgo, Jersón es un punto clave, ya que funciona como corredor entre Crimea y el Donbás, además de ser un punto estratégico para una ofensiva posterior en la región de Nikolaiev y Odesa, zonas donde Rusia ha demostrado tener influencia tras los referendos de adhesión de Zaporozhie, Donetsk, Lugansk y Jersón.
Precisamente por la importancia de la región, y debido a que “Rusia debe llevar a cabo su objetivo” de llegar a Odesa, la retirada permite replantear cómo se podrá continuar con la operación militar sin que en el proceso se sacrifiquen vidas.
“Frente a contraofensivas fuertes, obviamente un ejército se retira para no tener mayores pérdidas y replantearse su estrategia”, opina Ibáñez Guzmán, al tiempo que aclara que “Rusia no se retirará del Donbás” por la influencia que tiene en la región y los vínculos culturales que existen con Rusia.
En las últimas semanas, el Ejército ucraniano se ha dedicado a perpetrar atentados en contra de diferentes puntos estratégicos de Rusia. El primero ocurrió el pasado 8 de octubre, cuando se atacó el puente de Crimea, hecho calificado como atentado terrorista por el Kremlin.
Tras la respuesta de Rusia (ataques a la infraestructura ucraniana), se reportó un nuevo atentado contra Rusia, esta vez contra la Flota del Mar Negro y que derivó en la salida temporal del Gobierno ruso del corredor humanitario establecido para la salida de exportaciones de granos y fertilizantes ucranianos.
Dichos ataques tendrían el objetivo de obligar a Rusia a retirarse para que no se negocie un acuerdo planteado por ellos, de acuerdo con la interpretación de la maestra Imelda Ibáñez.
Ucrania como teatro de operaciones de otros intereses
La internacionalista considera que existe “un escenario muy agudo, de no arreglo y de eventuales escaladas”, pues vivimos “un conflicto proxy”, es decir, una situación en la que “Ucrania está siendo el teatro de operaciones entre otros actores externos” que participan con apoyo militar y económico, aunque no estén combatiendo directamente.
“El ejército ucraniano no se hubiera mantenido de no haber sido por la ayuda del conflicto proxy, el apoyo militar y logístico de la OTAN, económico de EEUU y Europa”, afirma la maestra en relaciones internacionales.
Tras 9 meses de conflicto, la especialista considera que ambos ejércitos tienen un desgaste, pero el ucraniano resiste sólo “por el apoyo de otros factores que no están dentro del conflicto”, lo que ha llevado a Kiev a una situación financiera crítica que sólo se agravará cuando inicien la reconstrucción y deban pagar el apoyo recibido de Occidente brindado, en realidad, como una especie de préstamo.
“Ucrania económicamente está completamente devastada de aquí a muchísimo tiempo”, advierte Ibáñez.
Para Ucrania, además, se abren otros frentes, el principal de ellos de índole política, al convertirse en la sede del conflicto proxy de Occidente; el interno relacionado con el apoyo que aún pretendan brindar los oligarcas ucranianos y el de los ultranacionalistas.
Lo anterior, sin mencionar que el apoyo que se brinda desde Europa, Estados Unidos y la OTAN comienza a ser un punto débil para los Gobiernos occidentales en medio de una inflación generalizada y una crisis energética provocada directamente por las sanciones económicas contra Rusia.
Esta situación, “si no se puede ir a un desgaste completo del apoyo de los países euroatlánticos, Estados Unidos, de la OTAN, sí va a cambiar hacia los líderes ucranianos”.
“En un principio la OTAN se vio fortalecida y por eso vimos que incluyeron como miembros a Suecia y Finlandia; sin embargo, internamente, no se ve que estén ratificando todos los congresos de los países miembros”, recuerda la internacionalista, quien pronostica que, para 2023, el apoyo hacia Ucrania podría comenzar a caer.
Fuente: Sputnik