Un día después del intento de asesinato, miles de ciudadanos marcharon hacia la Plaza de Mayo; muchos lloraron, otros se abrazaron, exigieron el respeto a la democracia, el fin de la violencia y el odio, y pactaron la movilización constante para evitar el retorno a los años más oscuros de Argentina.
Damasco, 5 sep (SANA) Cuatro días después, Argentina todavía se estremece al pensar en el disparo que pudo acabar con la vida de la vicepresidenta Cristina Fernández y sumir al país en un escenario desconocido y desconcertante.
Alrededor de las 21:00, hora local, del jueves un hombre identificado como Fernando Sabag, de 35 años y nacionalidad brasileña, apuntó con una pistola a la cabeza de la también titular del Senado cuando ella saludaba a personas reunidas en las afueras de su domicilio en el capitalino barrio de Recoleta.
Aunque apretó el gatillo, el arma, que contaba con cinco balas, no se disparó.
Tras ser detenido por ciudadanos y miembros de la seguridad de la ex jefa de Estado, Sabag fue arrestado por la Policía Federal Argentina (PFA) y un examen médico determinó su capacidad para ser interrogado.
No obstante, se negó a declarar ante la jueza María Eugenia Capuchetti, a cargo del caso.
Según el diario Página 12, el sujeto figura como chofer de servicio de transporte automotor urbano y suburbano, no regular, de pasajeros de oferta libre.
Su madre es argentina, fue detenido en 2021 por tenencia de arma impropia (un cuchillo de gran tamaño) y posee denuncias en su contra por violencia de género y maltrato animal.
Durante registros en su casa en la zona de San Martín, la PFA halló 100 balas en su domicilio y una laptop, la cual es analizada junto a su teléfono móvil, cuya contraseña no quiso entregar.
El individuo posee tatuajes de símbolos nazis como el sol negro y sus perfiles en redes sociales fueron eliminados después del hecho.
Reportes iniciales indican que la pistola Bersa que llevaba estaba apta para el disparo y fue usada poco antes del ataque, pero se investiga si un mal empleo por parte del agresor evitó que el proyectil entrara en la recámara y saliera.
Para algunos, fue un milagro.
Aún no fue determinado si Sabag actuó solo o recibió apoyo y hasta el momento el caso es investigado como homicidio calificado en grado de tentativa, por lo cual enfrentaría hasta 15 años en prisión y hasta 23 si fuera catalogado como agravado.
Alrededor de una treintena de testigos brindaron su testimonio y los oficiales indagan sobre su entorno, sus amigos y conocidos.
Este fin de semana, el abogado de Fernández, Gregorio Dalbón, declaró a la televisión local que pedirán que el individuo sea procesado por intento de magnicidio por motivos de odio.
También consideró que debe ser enjuiciado por femicidio en grado de tentativa agravado (alevosía y arma de fuego), en base a la Convención de Belém do Pará (2008), la cual estableció que en América Latina y el Caribe los crímenes de ese tipo son la manifestación más grave de discriminación y violencia contra las mujeres.
“Un nazi misógino quiso matarla”, escribió Dalbón en su perfil en la red social Twitter y denunció que, antes de ese hecho, hubo inacción judicial en una causa por amenazas de muerte y carteles en la vía pública contra la expresidenta.
Según el periodista, abogado y escritor Mario Wainfeld, “el magnicidio pudo ocurrir a la vista de millones de argentinos. De no ser por algún detalle o milagro, Fernández habría sido asesinada y la patria se asomaría a un abismo sin precedentes y sin fondo”.
Cuesta sacudirse el horror. El hecho atroz aconteció en el momento menos pensado, pero se venía amasando desde hace tiempo, señaló.
Durante los últimos meses, la vicemandataria recibió múltiples agresiones de grupos opositores que la tildaron de asesina, la amenazaron con la horca e incluso colocaron bolsas mortuorias con fotos suya en los alrededores de la Casa Rosada.
Dalbón precisó que presentaron el caso ante el juez Manuel De Campos, pero la causa fue demorada y este se declaró incompetente.
Para Wainfeld, el odio se viene gestando desde hace años y tomó mayores proporciones luego de que el fiscal Diego Luciani solicitara 12 años en prisión para Fernández y su inhabilitación para cargos públicos por supuestas irregularidades en la licitación de obras en la provincia de Santa Cruz.
Tras ese suceso, el diputado de Propuesta Republicana Francisco Sánchez y el excandidato a concejal Román Gutiérrez pidieron que se le aplicara la pena de muerte.
Poco después, la Policía de la Ciudad colocó vallas en los alrededores de la casa de la exmandataria y reprimió con bastones, gases lacrimógenos y camiones hidrantes a quienes acudían a brindarle su apoyo.
De acuerdo con el politólogo Atilio Borón, nada fue casual: la mesa estaba servida para la aparición del magnicida y quienes cargaron las balas en la pistola de Sabag fueron los profetas del odio.
Borón indicó que el atentado fue el previsible corolario de años de ataques de todo tipo, durante los cuales la figura de Fernández fue escarnecida y difamada sin tregua por políticos, jueces, fiscales y medios de comunicación.
Un día después del intento de asesinato, aún conmocionados, miles de ciudadanos marcharon hacia la Plaza de Mayo, en esta capital, y en otros territorios de este país.
Muchos lloraron, otros se abrazaron, exigieron el respeto a la democracia, el fin de la violencia y el odio, y pactaron la movilización constante para evitar el retorno a los años más oscuros de Argentina.
Durante los próximos días, habrá más manifestaciones y se irán conociendo detalles de lo sucedido.
Sin embargo, una pregunta sigue retumbando, perturbando y conmocionando a todos: ¿Qué hubiera pasado?
Fuente: Prensa Latina