Los anglosajones ya lograron excluir a Rusia del Consejo de Europa. Ahora pretenden impedir que Rusia participe en las reuniones de la OSCE y están trabajando también para torpedear la Unión Europea con la creación, en Europa central, de una entidad que competiría con la UE –la “Iniciativa de los Tres Mares”. Los anglosajones adoptan así un viejo proyecto polaco tendiente a desarrollar esa parte de Europa, separándola de toda forma de influencia alemana o rusa.
Damasco, 3 jul (SANA) El Consejo Europeo –la instancia que reúne a los jefes de Estado y/o de gobierno de los países miembros de la Unión Europea– decidió el 23 de marzo otorgar a Ucrania el estatus de país candidato a entrar en la UE. La presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, precisó que el camino será largo –hace 23 años que Turquía tiene ese estatus– antes de poner a Ucrania al nivel exigido por la UE, tanto en el plano económico como político.
El entorno del presidente ucraniano ya había precisado que Kiev no espera convertirse en miembro de la Unión Europea hoy o mañana, ya que tiene otro proyecto, pero que el estatus de candidato abre a Ucrania el acceso a un fuerte respaldo financiero de la UE con vista a acercar el país a los parámetros de esa entidad.
En efecto, Ucrania apuesta en realidad por el proyecto polaco denominado “Intermarium”, una alianza entre todos los Estados geográficamente situados entre el Báltico y el Mar Negro.
INTERMARIUM CONTRA LA UNIÓN EUROPEA
Intermarium se basa a la vez en una realidad geográfica y en un pasado histórico: la «República de las Dos Naciones», que reunió la Corona de Polonia y el Gran Ducado de Lituania en el siglo XVI.
Ese proyecto fue formulado por primera vez por el príncipe Adam Jerzy Czartoryski, durante la revolución polaca de 1830, y luego reapareció, durante el periodo que separó las dos guerras mundiales, con el general polaco Jozef Pilsudski (1867-1935), bajo la denominación de «Federación Miedzymorze». Paralelamente, el general Pilsudski concibió una ideología tendiente a liberar todos los pueblos del centro de Europa de la absorción por parte del imperio germánico, pero principalmente del imperio ruso –tendencia llamada el «prometeísmo», ya que, como el titán Prometeo, prometía a los hombres progresos técnicos que les permitirían liberarse de quien los sojuzgaba. En la práctica, Pilsudski prefería los germánicos a los rusos y no vaciló en aliarse a los austrohúngaros y a los alemanes en contra de Rusia.
Mucho después, ya en 2016, el presidente de Polonia, Andrzej Duda, presentó una tercera versión de aquel proyecto, rebautizado como «Iniciativa de los Tres Mares» –con el Adriático como tercer mar. Once Estados se involucraron en esa iniciativa y hace unos días pasaron a ser 12.
Surgido en la época de los Estados monoétnicos y del racismo científico, el proyecto prometeísta del general polaco Jozef Pilsudski daba espacio a una multitud de etnias centroeuropeas. Pilsudski creó una revista en París para defender aquel proyecto, que finalmente se fue a pique.
Si se parte del principio que más vale unirse que someterse o que tener que dedicarse a la guerra, este proyecto ofrece una respuesta legítima a la ausencia de fronteras físicas en la gran planicie que es el centro de Europa.
Pero, las cosas no son tan claras como parece. La República de las Dos Naciones era una confederación que permitía al Reino y al Gran Ducado conservar cada uno su funcionamiento propio mientras que Pilsudski proponía una federación en la que se fundirían los demás pueblos… con los polacos a la cabeza. Incluso hoy todos los movimientos nacionalistas de Europa central usan como referencia la República de las Dos Naciones, pero sacando de ella conclusiones muy diferentes.
Para los banderistas ucranianos, la República de las Dos Naciones es heredera de la Rutenia creada por los vikingos suecos –los varegos, también llamados varangios o varengos– lo cual está bastante traído por los pelos. Lo máximo que podría decirse es que, que ambas entidaes tienen ciertos puntos comunes, culturalmente hablando. Pero para el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, la República de las Dos Naciones es un buen ejemplo de confederación que permite escapar a la influencia de Rusia… y también de Alemania, el país dominante dentro la Unión Europea.
Gracias al hecho que los dirigentes políticos polacos y ucranianos apuestan por el proyecto común de confederación “Intermarium”, el presidente Zelenski ha podido plantearse, sin avergonzarse de ello, la posibilidad de ceder a Polonia la Galitzia oriental, actualmente ucraniana. Pero, tanto en Polonia como en Ucrania, la extrema derecha –en el sentido totalitario que la definía en el periodo que separó las dos guerras mundiales– quiere utilizar esa política para hacer avanzar sus ideas raciales.
Polonia se convirtió en miembro de la Unión Europea en 2004, pero nunca siguió el juego de esa entidad supranacional. Siendo todavía candidata a la adhesión, nunca vaciló en recibir de la UE enormes cantidades de fondos, oficialmente destinados a reformar la agricultura nacional, y a utilizarlos para comprar aviones de guerra estadounidenses y participar en la guerra contra Irak bajo las órdenes de Washington. Ese truco fue idea del estadounidense de origen polaco Zbigniew Brzezinski y de la francesa americanizada Christine Lagarde. Hoy todo sigue igual, Polonia vive en perpetuo litigio con la UE, sobre todo a causa de su sistema judicial. Ucrania no vacilará en adoptar el mismo doble juego.
Ese es el principal problema de los pueblos de Europa central. Tratan, con toda razón, de manejarse sin sus grandes vecinos –Rusia y Alemania. Pero no logran reconocerse sin pelear contra ellos. En el pasado, ese prejuicio los llevó siempre a acabar luchando entre sí.
En 2017, el presidente estadounidense Donald Trump participó en la cumbre de la “Iniciativa de los Tres Mares”, organizada en Varsovia. A menudo se describe Polonia como el “caballo de Troya” de Estados Unidos en la Unión Europea. También tiene un papel clave en la presencia estadounidense en Europa central.
El príncipe Adam Jerzy Czartoryski falleció en el exilio, en París, y el general Pilsudski también instaló en París la sede de su movimiento prometeísta. En 1945, el recuerdo de aquel periodo dio lugar a la creación de una red emigrados de Europa central que trabajaron primero para el Vaticano, después para los servicios secretos franceses y, finalmente, para los anglosajones. Esa red, que también se denominó Intermarium, reunió a los principales dirigentes –en fuga– de la Ustacha húngara, de la Guardia de Hierro rumana y de las demás formaciones que habían colaborado con los nazis en Europa central.
En 1991 se constituyó el Grupo de Visegrad (Hungría, Polonia, Chequia y Eslovaquia). Actualmente los partidarios del proyecto Intermarium se vuelven hacia los anglosajones –de ahí el apoyo que Estados Unidos y Londres aportan a Polonia y Ucrania. Fue así como el presidente Trump participó en la cumbre de la Iniciativa de los Tres Mares organizada en Varsovia, en 2017. Y, durante la cumbre del 20 de junio de 2022, el presidente Zelenski, que intervino por videoconferencia, solicitó y obtuvo la admisión de Ucrania.
No es reciente el interés de los anglosajones por el proyecto Intermarium. Poco después de la Primera Guerra Mundial, uno de los padres de la geopolítica anglosajona, sir Halford Mackinder, designaba Europa central como corazón de Eurasia (Heartland). Mackinder consideraba que el Imperio británico sólo lograría controlar el mundo si controlaba primero esa región. Por esa razón, uno de sus discípulos, el actual primer ministro británico Boris Johnson, corrió a Kiev para expresar su apoyo al presidente Zelenski.
Todos los geopolíticos anglosajones adoptaron las ideas de Mackinder, incluyendo claro está a Zbigniew Brzezinski –quien fue, junto al straussiano Paul Wolfowitz, una de las principales figuras del coloquio de Washington, encuentro realizado en el 2000, que marcó la alianza entre Estados Unidos y Ucrania.
En 1983, el presidente estadounidense Ronald Reagan recibió al jefe del Bloque Antibolchevique de Naciones (ABN) durante la Semana de las Naciones Cautivas. Aquí lo vemos estrechando la mano a Yaroslav Stetsko, el primer ministro que los nazis impusieron en la Ucrania ocupada y brazo derecho del colaborador ucraniano de la Gestapo Stepan Bandera.
Quienes empujan a Estados Unidos a apoyar el proyecto Intermarium son precisamente figuras del nacionalismo de extrema derecha. Por ejemplo, los consejeros de los presidentes estadounidenses Dwight Eisenhower y Ronald Reagan que les hicieron adoptar el concepto de «naciones cautivas» –por supuesto, cautivas de la URSS– eran todos ex colaboradores de los nazis, miembros del Bloque Antibolchevique de Naciones [5]; los organizadores del coloquio realizado en Washington en el 2000 eran los hijos de los ex colaboradores de los nazis y hoy el más importante de ellos es el estadounidense de origen polaco Marek Jan Chodakiewicz, un especialista en minimizar los crímenes de los nazis.
Todos los miembros de la Iniciativa de los Tres Mares son también miembros de la Unión Europea –con excepción de Ucrania. La mayoría de esos Estados consideran espontáneamente que Intermarum es para ellos mucho más importante que la Unión Europea… aunque no disponga de los mismos medios. El hecho que Ucrania se haya incorporado a Intermarum 3 días antes de obtener el estatus de candidato a la UE demuestra no sólo que Intermarum le parece más importante sino también que la Unión Europea sabe que tiene que aceptar a todos los miembros de la Iniciativa de los Tres Mares para no perder a ninguno.
Al final de la jornada, esa lógica debería llevar a los miembros de la Iniciativa de los Tres Mares a abandonar todos la Unión Europea, cuyos objetivos nunca compartieron, cuando esa membresía deje de ser financieramente beneficiosa para ellos.
En este momento, la arquitectura de seguridad del continente europeo ya se ve gravemente cuestionada dado el hecho que hasta ahora se sostenía en dos pilares: el Consejo de Europa [no confundir con el Consejo Europeo, que es una instancia de la Unión Europea] y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
La última reunión del Comité de ministros del Consejo de Europa… sin la presencia de Rusia.
RUSIA, EXCLUIDA DEL CONSEJO DE EUROPA
El Consejo de Europa fue creado en 1949. Algunos de sus fundadores esperaban asentar la unidad europea sobre principios jurídicos comunes a través de un consejo de Estados, otros esperaban obtener el mismo resultado mediante la creación de una asamblea de parlamentarios. Finalmente se conjugaron los dos proyectos pero, en aquel momento, la URSS y sus aliados quedaron excluidos y sólo fueron aceptados después de la caída del muro de Berlín.
El Consejo de Europa se dotó de dos grandes instituciones.
En primer lugar, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH, en francés CEDH), desgraciadamente politizado en los últimos meses, con una evidente parcialización en contra de Rusia. Por ejemplo, en enero pasado esa institución reconoció el “derecho” de un ciudadano ruso a escupir sobre el retrato oficial del presidente de la Federación Rusa (veredicto Karuyev vs Rusia); en febrero reconoció el “derecho” de otro a perturbar una manifestación a favor del presidente Putin irrumpiendo en ella con una pancarta que proclamaba «¡Putin mejor que Hitler!» (veredicto Manannikov vs Rusia). Y ahora, el TEDH acaba de pronunciarse contra la ley rusa, adoptada después de la «revoluciones de colores», que obliga las formaciones políticas financiadas desde el extranjero a precisar ese “detalle” en todas sus publicaciones (veredicto Ecodefence y otros vs Rusia).
La otra gran institución del Consejo de Europa es la Comisión de Venecia, que ayudó los nuevos Estados independientes a asimilar las reglas democráticas –dicho sea de paso, esta Comisión ha emitido constantes advertencias a Ucrania sobre sus procedimientos administrativos e institucionales.
En definitiva, las potencias occidentales han suspendido el derecho de Rusia al voto en el Consejo de Europa afirmando que Moscú pretende anexar Ucrania mediante el uso de la fuerza. Después de desmentir esa alegación, Rusia anunció su decisión de abandonar esa institución, ya evidentemente parcializada.
Como el personal de la ONU, los funcionarios de la OSCE también están actuando ahora como espías.
SE IMPIDE LA PARTICIPACIÓN DE RUSIA EN LAS REUNIONES DE LA OSCE
La otra plataforma intergubernamental es la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
La OSCE se creó en 1975, en ocasión de los Acuerdos de Helsinki. Se diferencia de la ONU por el hecho que no es una plataforma de arbitraje sino sólo un foro en cuyo marco todos los actores pueden hablar libremente entre sí. Por ejemplo, fue la OSCE la que adoptó, en 1991, la Declaración de Estambul, también llamada «Carta de la Seguridad en Europa», documento que establece dos principios fundamentales:
1- el derecho de cada Estado a escoger sus aliados y
2- la obligación de cada Estado de abstenerse de garantizar su seguridad a expensas de la seguridad de los demás.
El conflicto entre Estados Unidos y Rusia tiene su origen precisamente en el no respeto de esos dos principios básicos.
Es importante recordar que la Federación Rusa no ha cuestionado nunca el derecho de otro Estado a ser miembro de la OTAN, lo que cuestiona es que los miembros de la OTAN acepten la instalación de bases militares estadounidenses en sus territorios. Nuestros lectores seguramente recuerdan que cuando el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, escribió a cada uno de los interlocutores de Rusia preguntándoles cómo podían conciliar los dos principios establecidos en la Declaración de Estambul con el despliegue de material de guerra y de personal militar de Estados Unidos cerca de las fronteras rusas… nadie se atrevió a responderle.
Sin embargo, la neutralidad de ese foro se violó en abril de este año cuando nuevos funcionarios de la OSCE –más precisamente, ex militares de la OTAN– fueron sorprendidos en plena labor de espionaje en el Donbass.
Como si eso no fuese suficiente, el Reino Unido acaba de negar las visas británicas a la delegación rusa que debería participar en la asamblea parlamentaria anual de la OSCE, convocada del 2 al 6 de julio en Birmingham. El gobierno británico, que viola así sus obligaciones, se escuda en las sanciones nominativas que la Unión Europea ha emitido contra los miembros de la delegación rusa.
En resumen, no sólo los documentos firmados por los 57 jefes de Estado y/o de gobierno de los países miembros de la OSCE han perdido su valor sino que además la administración misma de esa organización se ha convertido en un arma de guerra, lo cual implica que la OSCE deja de desempeñar su papel de foro.
La arquitectura de seguridad del continente europeo se transforma así radicalmente. Europa central está llamada a convertirse en un bloque, inicialmente en el seno de la Unión Europea y de sus candidatos y después fuera de la UE. Su defensa estará en manos de Estados Unidos mientras que el oeste y el este de Europa dejarán de hablarse.
A eso conduce el plan de los geopolíticos anglosajones. Pero ese proyecto, aunque llegue a realizarse, será inestable. En primera porque los europeos occidentales siempre han necesitado a Rusia. Y también porque los pueblos de Europa central siempre han vivido sobre un campo de batalla –cuando los caballeros teutónicos y los cosacos no se enfrentaban en Europa central, los habitantes de esa región luchaban entre sí.
Para construir una paz duradera hay que respetar a todos los actores. Al destruir todas las instituciones de seguridad del continente, se hace inevitable un conflicto generalizado.
Por Thierry Meyssan
Fuente: Voltaire Net