Damasco, 18 mar (SANA) El presidente Volodimir Zelenski de Ucrania se dirigió el 15 de marzo al Congreso de EEUU desde Kiev para pedir armas contra Rusia y le dijo al presidente Joe Biden: “Espero que usted sea el líder del mundo”.
Al día siguiente Zelenski habló al Bundestag de Alemania, la primera potencia europea, para hacer el mismo pedido: armas de la OTAN.
El Congreso de EEUU aprobó 1400 millones de dólares para Ucrania, de los cuales la mayoría serán armas, a lo que se suma la ayuda militar de los demás países de la OTAN que viene fluyendo de manera constante, aunque cada uno por su cuenta, lo que en los hechos es lo mismo que ayuda militar de la Alianza Atlántica.
Zelenski no se dirigió a los pueblos del mundo, a los sindicatos, a las organizaciones sociales, a los países que han sufrido guerras, bloqueos y sanciones de EEUU para pedirles apoyo para terminar el doloroso conflicto bélico y acelerar las negociaciones de paz, sino a Biden, jefe de la Alianza militar más poderosa del planeta, a Alemania y a las otras potencias europeas.
Así, Zelenski dejó expuesto con claridad la esencia del enfrentamiento: Rusia contra la OTAN.
EEUU busca recuperar la hegemonía que está perdiendo
La decisión de Rusia de poner fin al avance de la alianza atlántica en Ucrania marca el fin del mundo unipolar en el cual EEUU hizo a su antojo desde 1991 y abre una nueva etapa mundial llena de incertidumbre, desequilibrio y enfrentamientos en la cual nada volverá a ser como antes. La convivencia forzada de los últimos treinta años se terminó y se entró en una confrontación abierta, la misma que se evitó hace tres décadas.
El enfrentamiento bélico podría haberse evitado, o frenarse de inmediato, si EEUU, la voz cantante de la OTAN, lo hubiera querido, pero en lugar de buscar una negociación, el demócrata Joe Biden decidió aprovechar la oportunidad para continuar con lo que ha sido el objetivo de EEUU desde hace tres décadas: debilitar y someter a Rusia.
Sanciones económicas sin precedentes, la cancelación de todos los deportistas, cantantes, artistas, directores de orquesta rusos, la salida de las empresas occidentales de Rusia, la prohibición de Sputnik y RT en la Unión Europea, la etiquetación a periodistas en sus cuentas individuales, son solo algunas de las medidas que se han tomado y que alcanzan hasta los helados y los gatos.
Para mantener su hegemonía, EEUU debe cumplir la tarea que quedó incompleta hace 30 años. Es que, a pesar del enorme debilitamiento de Rusia tras la disolución de la Unión Soviética durante los años 90 del siglo pasado, la nación logró sobrevivir y recuperarse.
Cuando se disolvió la URSS, los analistas imperiales dijeron pomposamente que era el “fin de la historia”, y la profecía estuvo al borde de cumplirse: durante los años 90, las regiones rusas cobraban impuestos y no los giraban a Moscú, establecían sus propias aduanas, y los oligarcas se apropiaron de las principales riquezas naturales del país, como en el caso de Vladimir Jodorkovski, dueño de Yukos, la mayor petrolera del país, que pretendía vender la empresa a la Chevron de EEUU.
Los puntos culminantes de la caída de Rusia fueron el default de la deuda externa en 1998 y el bombardeo de la OTAN a Yugoslavia en 1999, una humillación sin precedentes para la antigua potencia. Si esta dinámica continuaba, Rusia se hubiera desintegrado como la antigua Yugoslavia y hubiera sido repartida entre las multinacionales de EEUU y de Europa.
Pero a partir del default y de la llegada de Vladimir Putin al poder en el año 2000, se inició una reconstitución económica y política, volviendo a centralizar el poder del Estado y poniendo un límite al poder de los oligarcas. En el curso de estos veinte años, el Estado recuperó el control de los recursos estratégicos del país que funcionan, de una manera u otra, bajo la tutela del Estado y se modernizaron las Fuerzas Armadas.
En Ucrania, a partir de su independencia en 1991, sucedió lo opuesto: un Estado débil, sometido a las presiones occidentales para convertir al país en un ariete contra Rusia, con oligarcas que se quedaron con el control de las principales empresas, incapaz de responder a las presiones enormes de la OTAN y la Unión Europea, como resultado de lo cual, en 2013, antes de iniciarse la crisis de 2014, el PIB del país era menor que el de 1991.
EEUU no puede permitir una potencia independiente
La esencia de la situación es que EEUU no puede permitir otra potencia que le compita, como Rusia o China, ni siquiera puede permitir que existan países independientes, como se ha visto en los casos de Irán, Venezuela y Nicaragua.
Washington tuvo que tolerar una tensa coexistencia con la Unión Soviética durante la Guerra Fría, porque la URSS llevó sobre sus hombros la derrota del nazismo, liberó media Europa y la otra mitad estaba en la ruina.
Pero al disolverse la URSS en 1991, ni EEUU ni las principales potencias promovieron la integración de Rusia a las estructuras económicas europeas ni a la OTAN. El sueño de Mijaíl Gorbachov de una Europa desde el Atlántico hasta los Urales no se concretó. Por el contrario, se construyó una estructura económica (la Unión Europea) y de seguridad (la ampliación de la OTAN de 14 a 28 países europeos) para aislar a Rusia.
El objetivo era impedir que surgiera un polo económico muy fuerte al lado de Europa, basado en la alianza de Rusia, Ucrania, y otros países de la ex URSS. Rusia es el tercer mayor productor de petróleo del mundo, tiene las mayores reservas de gas, y junto con Ucrania es uno de los mayores polos cerealeros del planeta: en 2019, Rusia y Ucrania exportaron más de un cuarto del trigo mundial según el Observatorio de Complejidad Económica (OEC).
La ofensiva brutal de EEUU contra Rusia tiene otro destinatario: Alemania. De ahí su campaña contra el oleoducto Nord Stream 2, que va desde Siberia hasta Alemania (60% de su gas, un tercio de su petróleo y casi 45% de su carbón vienen de allí), y que hubiera hecho mucho más estrechas las relaciones con Rusia, fortaleciendo a Alemania frente a EEUU.
En su discurso frente al Bundestag este 17 de marzo, Zelenski no pidió apoyo para las negociaciones y terminar el conflicto rápidamente, pidió armas y apoyó la suspensión de la certificación del gasoducto Nord Stream 2, algo por lo que Ucrania luchaba desde hace tiempo.
Ironías de la vida, en medio de los enfrentamientos el gas ruso sigue atravesando Ucrania para llegar a Europa, pero Zelenski le pide a Alemania que no apruebe el Nord Stream 2, aunque el costo lo pague el pueblo alemán.
Esto va en consonancia con el objetivo estratégico de Washington de sacar a Rusia del mercado energético europeo (a quien le provee 38% del gas y le envía la mitad de sus exportaciones de petróleo) para vender sus hidrocarburos a precios más altos y hacer a Europa más dependiente de EEUU.
¿Un enfrentamiento entre dos imperialismos o contra un imperialismo?
La abrumadora mayoría de medios occidentales ocultan estos hechos. Algunos pretenden explicar la grave situación diciendo que en Ucrania se enfrentan dos imperialismos, EEUU y Rusia.
Esta equiparación no tiene ningún sostén en la realidad, pues si bien Rusia es una potencia militar, su economía es inferior a la de Italia, y su producto per cápita, para solo citar un dato, es similar al de Argentina (11.250 millones de dólares en 2019), seis veces menor que el de EEUU (65.970 millones de dólares en el mismo año), según el Banco Mundial.
Igualar a Rusia con la principal potencia militar y económica mundial, y con la unión de todas las potencias occidentales que es la OTAN, desconoce el factor causante del enfrentamiento, que es el avance irrefrenable de la alianza atlántica hacia Rusia y la presión para incorporar a Ucrania.
Significa desconocer la situación de las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk, a quienes, desde 2014, el Gobierno de Kiev asedia y niega su derecho a la autonomía, incumpliendo los acuerdos de Minsk de 2015.
En lugar de entender esta realidad, se ha formado un amplísimo arco político que va desde la extrema derecha neonazi pasando por la socialdemocracia europea, los demócratas y republicanos de EEUU e incluyendo algunos sectores de la izquierda, que se han unificado detrás de las demandas de Zelenski a EEUU y Alemania: armas de la OTAN a Ucrania.
Se unen todas las voces para apoyar a la alianza atlántica, cuando la única salida es una negociación: que se reconozca el estatus neutral de Ucrania, la independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk y la incorporación de Crimea a Rusia en 2014 y la retirada de las tropas rusas.
Estas tres demandas se hubieran podido lograr sin ningún enfrentamiento, tal como se venía negociando desde 2014. Pero EEUU y la OTAN se negaron a escuchar a Moscú y ahora prefieren echar leña al fuego enviando más armas de la OTAN para alargar el doloroso conflicto y golpear a Rusia en todos los frentes.
La debilidad de EEUU y cómo aprovecha la situación
El mundo unipolar surgido en 1991, en el cual EEUU invadía Irak, Siria, Libia, Afganistán, se retiraba de los tratados de control de armamentos, rompía el pacto nuclear con Irán firmado en 2014, y ampliaba cada vez más al OTAN para encerrar a Rusia y enfilar sus armas y barcos contra China, ha terminado.
El nuevo desorden mundial tiene como fondo el retroceso de EEUU, que salió derrotado de Afganistán y que debe concentrarse cada vez más en la grave situación social interna, el descontento con la policía, la discriminación contra los negros, la caída del nivel de vida y de la salud de la población, como lo evidenció la pandemia de COVID-19.
Por eso, EEUU aprovecha el conflicto en el centro de Europa para fortalecerse y pasar la factura a sus propios ciudadanos, a la Unión Europea y al resto del mundo. Al anunciar la inflación de 7.9% en febrero en EEUU, la más alta en 40 años, Joe Biden dijo que era la “inflación de Putin” … cuando en febrero solo hubo cuatro días desde el inicio de la ‘operación militar’ rusa.
La consecuencia de las brutales sanciones económicas a Rusia serán los enormes aumentos de los precios del trigo, el combustible y la energía, que serán pagados por todos los hogares europeos y de EEUU, ni qué hablar de los latinoamericanos. Según la BBC, los precios de la energía en el Reino Unido podrían llegar a 3.000 libras al año, mientras que en EEUU el precio del galón subió a casi 4.50 dólares, el doble que en 2019. Eso es lo que nos espera.
Fuente: Sputnik